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¿Empujamos?
por Alison Bastien

Traducción de Gabriela Abraham Estévez

© 2011 Midwifery Today, Inc. Todos los derechos reservados.

[Nota del editor: Este artículo se publicó por primera vez en la edición 98 de Midwifery Today en el verano del 2011.]

 

 

Esta es la última pregunta del examen final de la asignatura de "Obstetricia I" que imparto en la escuela de partería local:

Una madre está en labor de parto y ha conseguido la dilatación completa. Las contracciones se han ido espaciando hasta casi detenerse por completo. Pareciera, incluso, que la madre está descansando. ¿Qué está sucediendo y qué debemos hacer?

Parece mentira, pero después de un año entero de clases, algunas alumnas aún responden: “Distocia: hay que activarla e instarla a moverse”. O bien: “Administrar oxitocina”. O incluso: “Decirle que llegó la hora de empujar”. Afortunadamente, el resto contestarán correctamente: “La madre se encuentra en la fase intermedia, es completamente normal, cuando esté lista y descienda el bebé empezará a empujar”.

 

La educación en partería por lo general prioriza que las futuras parteras identifiquen de manera experta los problemas, para poder prevenirlos y tratarlos, en lugar de dar mayor importancia a aprender lo que es normal, para honrarlo. Con los nervios y las prisas del examen final, uno puede asumir que esta situación representa un problema, pero es precisamente la conclusión a la que quiero llegar. Hemos llegado a un punto en el que empujamos a las mujeres a que empujen. Nuestra capacitación nos ha condicionado para hacerlo y es lo que transmitimos también en las clases de preparación para el parto.

 

Les decimos a las embarazadas:

—Cuando llegues a los 10 cm estarás lista para empujar.

(Y empujar y empujar y empujar). Hemos dejado de preguntarnos por qué lo hacemos así.

—Ya tienes 10 cm, ¿sientes ganas de empujar? ¿Tienes sensación de pujo? Avísame... ¿por qué no lo intentas?

En muchos hospitales, el personal médico aún emplea la maniobra de Kristeller para acelerar el parto, piden a un médico o a una enfermera que presione el fondo uterino hacia abajo tan fuerte como pueda para que “descienda el bebé”. Las parteras y las doulas persuaden con amabilidad. Instruimos a las mujeres rigurosamente para que empujen y no paren de empujar. Y empujarán, durante horas, con fuerza, con cansancio y con frustración.

Según Michel Odent, las mujeres tienen un reflejo de eyección del feto, mediante el cual el bebé y la madre alcanzan el momento del nacimiento cuando están listos. Después de más de 30 años de asistir a mujeres en el parto, me he encontrado con que, a veces, las mujeres llegan a la dilatación completa y continúan teniendo contracciones sin el “deseo de pujo” durante algunas horas. Y cuando por fin lo sienten, el bebé corona en cuestión de unas pocas contracciones, sin importar si la madre estaba o no “empujando”. ¿Qué es lo que pasa?

Creo que cuando definimos las etapas del parto nos olvidamos de un par que van en medio. Digamos, de la etapa 2.5 a la que la partera Whapio Diane Bartlett, en sus talleres, identificó elocuentemente como la quietud. La fase de descanso interno y de integración tanto para la madre como para el bebé que sucede después de la dilatación completa y antes del descenso. Algunas madres y bebés requieren muy poco tiempo en esta fase, mientas que otros, especialmente los bebés más grandes, los que están en presentación posterior o compuesta y los de madres primerizas, necesitan más tiempo para preparar los siguientes movimientos y encontrar el camino.

No solamente están integrando la experiencia espiritual de haber hecho el viaje chamánico desde “ese lugar del que hemos venido y al que un día al morir- volveremos”, y la preparación psicológica para dejarse ir y conocerse el uno al otro, sino también el cambio físico en las contracciones uterinas que pasan de estirar las bandas musculares hacia arriba para abrir el cérvix a empujar hacia abajo.

Muchas parteras hemos identificado cuándo sucede este cambio. Lo esperamos, contamos con él y hasta le hemos dado un nombre. Hace décadas que Sheila Kitzinger lo identificó como la etapa del parto de descanso y agradecimiento durante la cual el útero se reforma alrededor del bebé que ya descendió, y en la que las contracciones pueden espaciarse o detenerse del todo. Si no se interfiere con esta etapa, las contracciones empezarán a tomar fuerza cuando el útero se haya reformado y esté listo.

A mí me gusta pensar que este cambio en el parto es el remanso. El parto es como avanzar en un kayak individual, al principio la partera y la familia corren río arriba hasta que el agua les llega a las rodillas con la mujer que está en labor de parto. Después, esta llega a una curva en la que el río se estrecha; escucha los rápidos y la cascada y piensa “Oh, no, no quiero ir hacia allá”.

Nadie puede ir con ella, pero se da cuenta de que la cascada la llevará de golpe hasta donde está el bebé y, a pesar de su temor, sabe que quiere llegar ahí. Así que se deja ir y todo se torna muy confuso y después... Después se encuentra en ese hermoso remanso a los pies de la cascada. Vuelve a ver a toda su gente a su alrededor, en la orilla y es exuberante y místico. Cuando se siente lista, toma su remo y va por su bebé, que ya viene a la superficie a conocerla.

Hace casi 28 años, cuando era una partera en formación, atendí un parto con un médico local. El parto fue hermoso. La madre avanzó rápidamente y todo fluyó, y, según mi punto de vista, ya estaba claramente lista para empujar. Una vez que estaba en el remanso mencionó con voz trémula que sentía ganas de defecar. Le susurré al doctor:

 — ¿No la vas a revisar? Creo que está lista para empujar.

El doctor, un médico general amable me dijo:

 —No, sabremos que es el momento cuando veamos la cabeza.

Entonces me pareció una absurdidad. Ahora admiro su sabiduría.

¿Por qué hacer del cérvix el protagonista del maravilloso proceso del nacimiento? ¿Por qué nos empeñamos en introducir nuestras manos en el cuerpo de una mujer cuya energía fluye hacia afuera? ¿Por qué nos comportamos como si las mujeres necesitaran nuestro visto bueno para empujar? Vemos con nuestros propios ojos los pétalos de sus labios florecer cuando su bebé está descendiendo.

Una vez, en una conferencia de partería, una doctora rusa declaró sin presunción:

—En mi país, las mujeres no empujan durante horas como aquí [en Estados Unidos]. El tiempo promedio de la segunda etapa es de 10 a 15 minutos.

Las parteras nos miramos unas a otras con nerviosismo. ¿Era posible lo que decía? ¿Quería decir que les administraban cantidades bestiales de oxitocina? ¿Cómo se explicaba? ¿Qué tanto empujaban? Continuó:

—No les pedimos a las mujeres que empujen hasta que vemos la cabeza del bebé.

Se escuchó el murmullo de varias risas nerviosas en la sala, ¿estaría bromeando, cierto? Pues no.

Hace algunos años, mis estudiantes de partería estaban haciendo presentaciones sobre sus prácticas. Se les envía a vivir con una partera tradicional en un área rural durante algunas semanas para aprender de ella.

—Esta es Doña —compartió una estudiante mientras observábamos la fotografía de una mujer diminuta, anciana y hermosa en un camino de terracería, estaba arrugada y jorobada como la hechicera de un cuento—. Era genial —continuó la alumna—, y muy tierna. Pero no tenía nada de conocimiento técnico. Estábamos en un parto y le dije, cuando vi que la mamá empezaba a empujar “¿No la vas a revisar?” Doña puso la punta de su dedo índice en la vagina de la mujer, solo un poco y me dijo que ya la había revisado. Eso es lo que ella creía que era un tacto. —La estudiante se rio en tono burlón y continuó—. Le pregunté cómo era posible que revisara la dilatación del cérvix con un solo dedo. Y ella me respondió “¿Para qué quiero sentir la dilatación del cérvix? Lo que busco es la cabeza del bebé. Si tu dedo entra hasta aquí (indicando la segunda falange) entonces quiere decir que todavía le falta, pero si puedes entrar solo hasta aquí (dijo tocando su primera falange), quiere decir que ya viene”.

El nacimiento y el parto son mucho más simples si esperamos y disfrutamos el remanso hasta que el reflejo de eyección del feto se activa y sale el bebé. Lo he visto muchas veces. Los bebés de mujeres que estaban “demasiado cansadas” o “no estaban de humor” se deslizan fácilmente sin ningún esfuerzo consciente por parte de la madre.

Una experiencia con gran carga emocional para mí fue el nacimiento de mi nieto, de más de 4 kg, que estuvo en presentación posterior durante la mayor parte del embarazo y durante el parto. Una vez que su madre alcanzó los 10 cm, le tomó cerca de 5 horas (mientras ella caminaba, respiraba y descansaba) rotar lentamente a la presentación anterior, y después salió en dos contracciones.

Creo que este momento es tan adecuado como cualquier otro para replantearnos la manera en la que definimos las etapas del parto, así como el momento y la razón por la que se decide que “es tiempo de empujar” y quién toma esa decisión. Dejemos que los bebés nos digan cuándo ha llegado el momento de empujar.

Alison Bastien es una partera capacitada de forma independiente para atender el parto en casa. Está semijubilada y enseña partería, herbolaria, medicina familiar y da clases de preparación para el parto en el centro de México, en donde ha vivido durante 37 años. También es licenciada en Antropología y dirige un taller de productos de herbolaria y tiene una tienda. Para ponerse en contacto con ella visiten www.lavictoriana.com.

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